El exceso de agua enfatizaba su presencia, desapareciendo los cauchos de los carros en sus profundidades
Una semana que debe ser dedicada a la reflexión y la oración, a la práctica en familia de la caridad y a elevar el agradecimiento hacia con el Dios Hijo por sacrificarse en la cruz para liberarnos de todos nuestros pecados. Esa es la definición que la iglesia católica le ha dado a la celebración de la Semana Santa.
Sin embargo, para el venezolano es una de las semanas más esperadas en todo el año y no por su gran valor religioso, sino porque significa playa, bonche y diversión. Por su puesto, no niego que existan millones de venezolanos que si cumplan con el proceso litúrgico religioso, pero sin lugar a dudas muchos si van más allá o en otra dirección de ese significado.
¿Como puedo asegurar eso? Como toda buena amiga, le hice el favor a una de ellas de llevarla a una conocida estación de autobuses, esta se iría unos cuantos días fuera de Caracas a disfrutar de la Semana Santa. Así que después de recibir su solicitud de ayuda de ayuda en requerimiento d un transporte tomé mi automóvil y me dirigí a su casa.
Con expectativa, salí de mi residencia pues quería disfrutar del fenómeno que sucede año tras año en esta ciudad. Un fenómeno que recibo con absoluto beneplácito, y que no es más que la descongestión total de las vías de transporte. La gente evapora, los carros pueden transitar a sus agachas por calles y avenidas. Existe una especie de paz vehicular ausente la mayor parte del calendario citadino.
Pero lo que más demuestra el éxodo de temporadistas durante la Semana Mayor , es la perfecta y absoluta armonía que se respira en la Autopista Francisco Fajardo. Sus tres canales se transforman en un mar abierto para el conductor, a donde voltees, hay espacio para navegar, sólo uno que otro carro en el horizonte te recuerda que no estas solo.
Mientras tanto, el automóvil recuerda velocidades que durante muchos días había sido obligado a olvidar, como un prisionero en una celda de condena. El motor respira otros aires e incluso la velocidad se cuela por los vidrios que abajo reposan, a diferencia de otros días que funcionan como barreras protectoras, imitando tal cual a la muralla china. Sólo que en la ciudad y en estos tiempos, los vidrios nos protegen del hampa común, que en dos ruegas azotan las autopistas y calles.
Un verdadero sueño hecho realidad, lástima que este año, el disfrute fuera interrumpido por las constantes precipitaciones, que hicieron del área vehicular un verdadero mar, y no en un sentido metafórico. El agua rebosaba las avenidas, se montaba por las ceras, con el impulso de los carros creaba olas que llegaban más allá de lo que los peatones desearían.
A pesar que la ciudad era un Paraíso, cargado de paz y soledad, las nubes grises lo cubrieron y no sólo porque la lluvia no descanso durante semana santa, sino porque en efecto, pude comprobar como el cuidado de los desagües y cañerías fue olvidado por los gobernantes de estos dominios. El problema no era la lluvia, dentro de todo fungió como refrescante natural para ciudad, el problema era el exceso de agua que enfatizaba su presencia, desapareciendo los cauchos de los carros en sus profundidades. Muchos carros naufragaron y otros cuantos prefirieron no alejarse del puerto para prevenir la suerte que corrieron algunos otros aventureros.
Vídeo Aficionado
Lluvias sobre Caracas

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